jueves, 26 de abril de 2007

FILOSOFIA, ¿PARA QUÉ? - Abril 2006

Todo el mundo se hace esta misma pregunta. Los que han tenido contacto con la disciplina (a través del Bachillerato, por ejemplo), porque quieren saber qué beneficio obtendrán ellos de su estudio. Y los que no han tenido ningún contacto con ella, porque desean saber qué es eso y para qué puede servir. En cualquier caso, a unos y otros les suena a algo abstracto, inútil y carente de toda utilidad. Y, sin embargo, sí, es útil. ¿Para qué? Veámoslo, pero dando un pequeño paseo.
Nacemos a la vida desnudos y vacíos. Desnudos de cuerpo y vacíos de ideas y experiencias. “Nadie nace sabido”, decimos por aquí. La desnudez del cuerpo la cubren nuestros padres con ropa. El vacío de conocimientos, en un primer momento, también. Luego vendrán la escuela, los amigos, la sociedad, los medios de comunicación,… Entre todos irán proporcionándonos los elementos con los que construimos el edificio conceptual con el cual interpretamos el mundo. Aprendemos a hablar, a ver, a amar, a odiar,… Aprendemos a pensar, a juzgar, a valorar,… También aprendemos lo que está bien y lo que está mal, cómo deben ser las cosas frente a cómo son,…
Estos elementos los vamos integrando y vamos construyendo con ellos la “filosofía de nuestra vida”, sin someterlos al más elemental análisis en cuanto a su validez, verdad o vigencia. Así nos vamos llenando, sin darnos cuenta, de prejuicios, supersticiones, ideas dogmáticas,… que se convierten en obstáculos o ideas limitadoras para desarrollar una vida plena y feliz, y que constituyen una fuente de malestar, frustración, problemas existenciales, etc.
Normalmente, ante problemas de este tipo, acudimos a las denominadas psicoterapias con la esperanza de que nos ayuden a superarlos. Pero al hacerlo, estamos ignorando algo fundamental. Y es que la raíz de esos problemas no es psicológica, sino filosófica. Su fundamento no está en ninguna “anormalidad” que tome cuerpo en nosotros, sino en cómo los enfrentamos. No hace mucho, el cantante Joan Manuel Serrat daba a conocer un serio problema de salud que le aquejaba. Interrogado acerca de su entereza al enfrentarse a su enfermedad, respondió algo que ya los sabios griegos que hicieron nacer la filosofía conocían: lo que nos pasa es menos importante que el modo en que lo interpretamos. Él llegó a esa conclusión sin ayuda. Pero no todo el mundo es capaz de lo mismo.
Cuando uno no puede ayudarse a sí mismo, tiene el deber de buscar ayuda en otros. Lo más racional es buscar la ayuda del especialista. Y cuando los problemas tienen una raíz filosófica, una raíz que está en nuestra “filosofía de vida”, en nuestro modo de entender la vida, el experto es el filósofo. Para eso, para ayudar, y como alternativa y complemento a las psicoterapias, están los filósofos asesores, quienes nos guían y comparten el camino que nos lleva a nosotros mismos y que nos permitirá, a la postre, “tomarnos la vida con filosofía”.
Porque la Filosofía es útil. ¿Para qué? Para vivir. Porque nos ayuda a conocernos mejor a nosotros mismos. Y para eso no necesitamos ayuda terapéutica. Porque la ignorancia no es una enfermedad. Y la vida, tampoco.

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